Karl Gottlieb Mauch viajó a África en 1863 para localizarlas, pero cayó en el delirio y se suicidó. Desde entonces, decenas de expediciones se esfuerzan por encontrar el famoso yacimiento en Oriente Próximo. La última, en 2017
Desde que Karl Gottlieb Mauch viajó por primera vez a África en 1863 hasta hoy, son muchos los investigadores y arqueólogos que han buscado las minas del Rey Salomón entre este continente y la región de Oriente Próximo. En la segunda mitad del siglo XIX, aquellas tierras eran todavía ampliamente desconocidas para muchos europeos, quienes difundieron en sus relatos un sinfín de leyendas acerca de este yacimiento de oro cuya existencia se dedujo de la Biblia. En realidad, lo que hizo este explorador alemán con sus trabajos fue poner de moda el tema y animar a otros a seguir sus aventuras, aunque él cayera en el delirio, la depresión y el suicidio como consecuencia de esta obsesión.
Lo cierto es que ni Mauch ni los profesionales posteriores dieron con las fabulosas minas. De nada han servido las excavaciones ni los sofisticados sistemas utilizados en su localización en los últimos años. Aún así, la búsqueda ha continuado hasta la actualidad en Oriente Próximo, en los lugares donde se desarrollan muchos de los acontecimientos recogidos en la Biblia. En 2017, de hecho, ABC publicaba la noticia de un grupo de arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv que acababa de descubrir una fortificación militar en el valle Timna, en Israel, que según decían podía pertenecer a las citadas «ruinas de las minas del Rey Salomón».
Según estos investigadores, se trataba de un complejo militar bien definido que incluía establos de burros y que había pertenecido a una sociedad estable. Todo apuntaba a un sistema de defensa altamente organizado que los expertos databan precisamente en los reinados de los reyes David y Salomón en el siglo X a. C. «Aunque no hay una descripción explícita de las minas del Rey Salomón en el Antiguo Testamento, sí hay referencias a los conflictos militares de la misma época entre Israel y los edomitas en el Valle de Arava», advertía en un comunicado Erez Ben-Yosef, uno de los jefes de la excavación en Timna.
Como también hallaron restos de hornos para fundir cobre, los arqueólogos concluyeron que lo que estuvo en juego en aquella remota región era este metal y, por lo tanto, que las minas del Rey Salomón podrían haber sido de cobre y no de oro, tal y como se pensaba desde hacía décadas. «El cobre era un producto raro y muy difícil de producir y, por lo tanto, el descubrimiento de esta fortificación indica que este metal estuvo asociados a un período de grave inestabilidad y amenazas militares en la región durante aquellos años», explicaba.
«Colina de los esclavos»
El hallazgo del yacimiento, en realidad, se había producido en 1934. El responsable fue Nelson Glueck, un arqueólogo estadounidense que llamó al sitio la «Colina de los Esclavos», porque creía que llevaba todas las marcas de un campamento de esclavos de la Edad de Hierro, con hornos de fuego y una formidable barrera de piedra que parecía diseñada para evitar la fuga. En 2014, Ben-Yosef y sus colegas desacreditaron esta teoría, revelando que las ruínas, perfectamente preservadas por las condiciones del desierto, apuntaban a una sociedad jerárquica y sofisticada. «Se discute la exactitud histórica de los relatos del Antiguo Testamento, pero la arqueología ya no se puede usar para contradecirlos», observó este último en 2017.
Una década antes, en 2008, otro equipo internacional de arqueólogos aseguró que las Minas del Rey Salomón existieron, pero que, efectivamente, fueron de cobre. Según cuenta la Biblia, el monarca judío llevó a su pueblo la prosperidad en parte debido a este legendario yacimiento en el que se producía el metal. Eso es lo que dedujo aquel año el trabajo dirigido por Thomas Levy, de la Universidad de California, y su colega Mohammad Najjar, de Amigos de la Arqueología en Jordania.
Tal y como informaron entonces, el equipo encontró en Khirbat en-Nahas, en el distrito jordano de Faynan, claros indicios de que hace 3.000 años existieron allí unas importantes minas y una industria de fundición de cobre. Por la fecha de sus dataciones, se creía que podían ser las que sirvieron al Rey Salomón como suministro de un metal que servía tanto para fabricar armas como herramientas. Las excavaciones llevadas a cabo en un área de 10 hectáreas comenzaron en 2002 y dieron como resultado el hallazgo de más de seis metros de profundidad de escoria y ruinas de las supuestas minas.
El tesoro de Salomón
La fiebre por encontrar las minas que llenaron las arcas del Rey Salomón comenzó a mediados del siglo XIX con Karl Gottlieb Mauch, el citado explorador alemán nacido en 1837, hijo de un humilde carpintero, que estuvo fascinado por este asunto desde niño. Le fascinaba su famoso encuentro del monarca judío con la Reina de Saba y todo lo que tuviera que ver con los fabulosos tesoros que ambos poseían según el relato de la Biblia. Tan obsesionado estaba que estudió los libros de los descubridores portugueses de África, convencido de que la misteriosa mujer procedía de este continente.
Mauch llegó a la conclusión de que el puerto de Ophir, donde se creía que se cargaron y descargaron los barcos de Salomón, correspondía al actual Sofala, frente a Madagascar. Convencido de que tenía que emprender su búsqueda, comenzó a estudiar Magisterio para costearse el viaje y estudió inglés, francés y árabe. Con 26 años, desembarcó en Durban, Sudáfrica, y viajó hacia el interior hasta descubrir varios yacimientos de oro que provocaron una de las primeras fiebres auríferas del continente. Esto le confirmó que iba por el buen camino y que todas las riquezas del Rey Salomón podían haber salido de aquella zona.
Recorrió la zona comprendida entre los ríos Limpopo y Zambeze durante tres años. Su objetivo no era el oro, sino localizar el mítico Reino de Saba. El 5 de septiembre de 1871 halló una ciudad amurallada y abandonada en pleno desierto. Por su estructura creyó que, por fin, lo había conseguido y regresó a Alemania para anunciar su éxito. Sin embargo, lo que se encontró no fue la gloria, sino los ataques de los científicos de la época, que lo intentaron ridiculizar por ser un joven sin la preparación necesaria como para realizar semejantes descubrimientos. Como consecuencia de ello, la obra de Mauch quedó reducida a unos pocos artículos y sus diarios no se publicaron hasta 1960.
El suicidio
El explorador alemán se sumió en una profunda depresión. Después de once años obsesionado con encontrar las minas del Rey Salomón, con todos sus viajes y las grandes cantidades de dinero invertidas, se dio a la bebida y se convirtió en alcohólico. Se refugió en un hotel de Stuttgart y, el 4 de abril de 1875, cuando tenía 37 años, se tiró por la ventana de su habitación en un tercer piso. Algunas personas de su entorno aseguraron que se había precipitado mientras deliraba sobre el hallazgo del yacimiento y otras que se había suicidado sin más.
Los datos aportados por Mauch inspiraron a Henry Rider Haggard para escribir, en 1882, la primera novela en inglés ambientada en África: 'Las minas del Rey Salomón'. En un principio fue rechazada por varias editoriales, pero tras su publicación tres años después se convirtió en uno de los libros más vendidos de la época. La aventura de su protagonista, Allan Quatermain, se desarrolla en una región inexplorada de África, a la que se dirige con un grupo de exploradores para buscar al hermano de uno de ellos y, de paso, localizar el yacimiento que enriqueció al monarca judío.
El éxito de esta novela avivó el interés por el continente africano, que recibió numerosas expediciones procedentes de Europa durante los años de la colonización. Surgieron sistemas de exploración mucho más sofisticados que los de Mauch, los cuales demostraron que la preparación científica del alemán no era suficiente y que algunas de sus teorías eran meras apreciaciones personales carentes de rigor. Uno de los investigadores más críticos fue el egiptólogo inglés Randall Maclver, considerado uno de los primeros analistas de las primitivas etnias de Zimbabwe.
El cine
Maclver demostró que la ciudad descubierta por Mauch no la habían construido los fenicios ni pertenecía al Reino de Saba, sino que había sido levantada por una tribu cuya hegemonía había decaído con el paso de los siglos. La búsqueda, sin embargo, continuó durante un siglo y hasta hoy en Oriente Próximo, más concretamente en Israel y Jordania, a pesar de que no hay indicios que confirmen su veracidad. Se trata de una obsesión que no tiene fin y a cuya fama contribuyó la película de 'Las minas del rey Salomón' que produjo MGM, en 1950, con Stewart Granger y Deborah Kerr como protagonistas. Antes, en 1937, se había estrenado otra encabezada por Paul Robeson, por no hablar de la parodia realizada por los cómicos Abbott y Costello y la versión con Sharon Stone en 1985.
En la actualidad, todo son suposiciones basadas en la Biblia, que asegura que Salomón poseía una gran riqueza. En el 'Libro Primero de los Reyes' se dice: «Hizo Salomón doscientos escudos grandes de oro batido y otros trescientos escudos, en cada uno de los cuales gastó tres libras de oro. Hizo también un gran trono de marfil, el cual cubrió de oro purísimo [...]. Y todos los vasos de beber del Rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano era también de oro fino; nada de plata, porque en tiempo de Salomón no era apreciada [...]. Así excedía Salomón a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría».
Pero de las minas, ni rastro.